Cuando se habla de hongos se tiende a pensar solo en los champiñones o en otras formas de vida parecidas con aspecto de paraguas. Sin embargo, los hongos abarcan también al moho negro que se forma en los alimentos en descomposición, como en el pan cuando no se consume, o el que aparece en las cortinas plásticas del baño, o la levadura que sirve para hacer fermentar el pan o el vino, o la penicilina y muchos otros antibióticos, e incluso los que ocasionan los dolorosos y 'fragantes' pies de atleta. En realidad, todos ellos pertenecen al reino Fungi, un grupo variado y grande, con más de 60 mil especies conocidas, la mayor parte de ellas terrestres.
Si bien su tamaño (la mayoría de los hongos son microscópicos) y forma son muy diferentes, todos los hongos son eucariontes; es decir, poseen un núcleo definido, rodeado por una membrana.
Como ya vimos, estos seres carecen de clorofila y de cloroplastos, por lo que no pueden fotosintetizar. Para solucionar esto, al alimentarse segregan unas enzimas digestivas que depositan sobre el alimento, y después lo absorben predigerido (en moléculas orgánicas más pequeñas) a través de su pared celular y membrana plasmática.
Los hongos son saprófitos, ya que absorben sus nutrimentos (alimentos) de desechos orgánicos y organismos muertos. Esto es sumamente importante desde el punto de vista ecológico, porque al descomponer la materia en partes más pequeñas, se libera carbono, nitrógeno y elementos minerales de los compuestos orgánicos, permitiendo su recirculación y posterior reciclaje. Sin la labor silenciosa de los hongos muchos elementos esenciales estarían atrapados en enormes cantidades de materia orgánica proveniente de animales muertos, excremento, ramas, troncos y hojas y otros desechos, fuera del alcance de nuevas generaciones de organismos, y la vida en el planeta pronto se acabaría, por no existir los elementos nutritivos que la hacen posible.
Existen hongos que establecen asociaciones estrechas con especies distintas, lo que se llama simbiosis, que significa, precisamente, vida en común. Un tipo de simbiosis es el parasitismo, en el que un organismo vive sobre o dentro de otro, el denominado huésped, al que dañan. Los hongos parásitos absorben alimento del cuerpo vivo de otro organismo. Entre los afectados están no solo las plantas, si bien son uno de sus principales agentes patógenos (que provocan enfermedades), sino que también los animales y el hombre.
Claro que también existe otro tipo de asociación, el mutualismo, donde ambas partes simbióticas se benefician de la relación. En el caso de los hongos, un ejemplo son las micorrizas, que son alianzas entre hongos y raíces de vegetales. Estas relaciones involucran a más del 90 por ciento de todas las familias de plantas. El hongo, al descomponer la materia orgánica del suelo, ayuda al vegetal a obtener minerales que por sí solo no podría conseguir, además de fijar nitrógeno atmosférico, colocándolo a disposición de las plantas. Por su parte la planta, a través de sus raíces, proporciona al hongo azúcares, aminoácidos y otras sustancias orgánicas.
Si bien su tamaño (la mayoría de los hongos son microscópicos) y forma son muy diferentes, todos los hongos son eucariontes; es decir, poseen un núcleo definido, rodeado por una membrana.
Como ya vimos, estos seres carecen de clorofila y de cloroplastos, por lo que no pueden fotosintetizar. Para solucionar esto, al alimentarse segregan unas enzimas digestivas que depositan sobre el alimento, y después lo absorben predigerido (en moléculas orgánicas más pequeñas) a través de su pared celular y membrana plasmática.
Los hongos son saprófitos, ya que absorben sus nutrimentos (alimentos) de desechos orgánicos y organismos muertos. Esto es sumamente importante desde el punto de vista ecológico, porque al descomponer la materia en partes más pequeñas, se libera carbono, nitrógeno y elementos minerales de los compuestos orgánicos, permitiendo su recirculación y posterior reciclaje. Sin la labor silenciosa de los hongos muchos elementos esenciales estarían atrapados en enormes cantidades de materia orgánica proveniente de animales muertos, excremento, ramas, troncos y hojas y otros desechos, fuera del alcance de nuevas generaciones de organismos, y la vida en el planeta pronto se acabaría, por no existir los elementos nutritivos que la hacen posible.
Existen hongos que establecen asociaciones estrechas con especies distintas, lo que se llama simbiosis, que significa, precisamente, vida en común. Un tipo de simbiosis es el parasitismo, en el que un organismo vive sobre o dentro de otro, el denominado huésped, al que dañan. Los hongos parásitos absorben alimento del cuerpo vivo de otro organismo. Entre los afectados están no solo las plantas, si bien son uno de sus principales agentes patógenos (que provocan enfermedades), sino que también los animales y el hombre.
Claro que también existe otro tipo de asociación, el mutualismo, donde ambas partes simbióticas se benefician de la relación. En el caso de los hongos, un ejemplo son las micorrizas, que son alianzas entre hongos y raíces de vegetales. Estas relaciones involucran a más del 90 por ciento de todas las familias de plantas. El hongo, al descomponer la materia orgánica del suelo, ayuda al vegetal a obtener minerales que por sí solo no podría conseguir, además de fijar nitrógeno atmosférico, colocándolo a disposición de las plantas. Por su parte la planta, a través de sus raíces, proporciona al hongo azúcares, aminoácidos y otras sustancias orgánicas.
0 comentarios:
Publicar un comentario